![]() |
Hiroshima es una ciudad costera, con varios ríos y entradas al mar, lo que la convirtió en un punto estratégico y militar importante durante la Segunda Guerra Mundial. Fue una de las razones que hizo que la eligieran como objetivo de la primera bomba atómica que se lanzara sobre una población. Las consecuencias y lo que sucedió después es bien conocido por todos. A día de hoy, la Hiroshima que nos encontramos es una ciudad muy comercial y moderna, si bien, muchas de las visitas vienen únicamente atraídas por los recuerdos creados en torno a este triste suceso. No faltan las indicaciones y referencias para llegar a los monumentos creados o mantenidos en recuerdo a esto desde el primer momento que sales de la estación.
El día ha estado muy despejado y eso significa más calor, así que decidimos ir directamente en tranvía a la zona donde explotó la bomba atómica (en realidad explotó a 600 metros de altura, para ser más devastadora). Allí se conserva el famoso edificio con su cúpula, tal cual quedó, el monumento a la Paz de los niños, la llama de la Paz (que no se apagará mientras queden bombas atómicas en la Tierra), el cenotafio con los nombres de las víctimas y el museo de la Paz, entre otros. En realidad en el mapa de la zona te señalan 67 puntos de interés.
El museo es bastante ilustrativo y merece la pena visitarlo con tranquilidad. Conserva algunos documentos interesantes, entre los que me quedo con la carta firmada por Einstein en la que le dice a Roosvelt que a raíz de ciertos descubrimientos científicos estarían en disposición de fabricar un arma cuyo potencial de destrucción sería totalmente devastador. Y vaya si lo fue. Hace años leí la biografía de Einstein y recuerdo las dificultades que tuvo para escribir esta carta por las consecuencias que sabía que traería. También son curiosos varios relojes que se quedaron parados a la hora en la que explotó la bomba, las 8:15. No faltan historias tristes y objetos de las muchas víctimas.
Después del museo hemos regresado por la zona más comercial de la ciudad, de camino a la estación, viendo las tiendecillas y probando el famoso okonomiyaki. Hemos dado con un edificio de varias plantas repleto de pequeños restaurantes, todos sirviendo la especialidad local. De casualidad nos hemos metido en un dos tenedores Michelin (no sé si serán de verdad o engaño, pero la comida estaba buena). La gracia de estos sitios es que el cocinero te lo prepara delante tuya en una plancha que cubre toda la barra y puedes ir viendo cómo lo hace. Además, te lo dejan en la plancha mientras lo comes y tu vas cogiendo trozos. Así se conserva calentito.
Se siente un nudo en la garganta al contemplar ese lugar...
ResponderEliminar